Relatos

Camerina Renentes (I)

– Maldita sea, este traje no ayuda nada.

Y allí en la entrada de la boca de metro, aún con la luz del exterior iluminando tenuemente el interior, decidí quitarme el condenado traje emperifollado de ricachón y quedarme en paños menores.

Cuando ya había dispuesto en un solo montón todo lo que me había quitado, lo dejé apartado en un rincón y comencé a caminar en dirección a donde el escurridizo sabio saliente había salido corriendo. Ahora el que estaba en total desventaja era él.

Comencé a avanzar al interior de la estación de Metro sin que la oscuridad impidiera desplazarme sin problemas por allí. Sin ropa que me protegiera, empezaba a sentir frío, uno que quizás llegara a desconcentrarme. Pero no podía permitirme perder la concentración ni tampoco otro error, ahora tenía que jugar al ratón y al gato y no habría tercera oportunidad.

Traté de contactar con SiRi pero nada, era de esperar que entrara en hibernación media y así habrá echo. Con tal de ahorrar batería hacía lo que fuese. Así que debía de apañármelas yo sola. Sólo quedaba la cola y ya sería toda una máquina de dar caza a sabios salientes. Como en dos minutos podría así que no me preocupé y seguí avanzando por los pasillos hasta llegar al andén.

Iba descalza y conseguía evitar cualquier ruido al caminar. Era improbable que estuviera por ahí agazapado con intención de atacarme pero debía ser cauta. Lo más seguro era que había salido corriendo hacia el punto de ascenso al Castillo.

Después de caminar un buen rato sorteando los pasillos, logré dar con el andén de la estación de Opera. Sentí que era el momento de concentrarme y hacer aparecer la cola, y así hice. Apreté un poco los dientes, hice un poco de fuerza y después de un pinchazo de dolor en la rabadilla, la cola ya estaba fuera. Ahora si era una total exterminadora de sabios.

Salté a las vías del tren de aquella estación de Opera, la que tiene total correspondencia con los bajos del Castillo. Todo sabio saliente que vuelve aquí siempre trata de ir a recuperar su viejo instrumento de sabio inmortal y este no sería una excepción.

Caminando a solas por en medio de las vías, me di cuenta que conseguir el silencio total solo era posible si dejaba de caminar. Incluso caminando descalza, se podía escuchar mis pasos. O eso o es que mi percepción se había agudizado al extremo. Sería eso.

No caminaba sin rumbo, iba al lugar que con toda seguridad sería el punto de destino intermedio del plan del sabio escurridizo, la subida oculta. Para lograr que aparezca la subida oculta debía ir a los rieles de toques.

Había un problema, nuestro juego del ratón y el gato nunca acabaría, pues las dos estaciones de alrededor están conectadas entre sí por un triángulo de vías y podría aparecer por cualquiera de los dos sentidos.

No había ya dos opciones para mí, llevaba un buen trecho caminado, iba en sentido horario, así que solo quedaba llegar al lugar y esperar a que apareciera. Si es que no lo había hecho ya.

Llegué a la curva donde estaban los rieles llamados de toques. Se llamaban así pues haciendo toques en un sitio en concreto, se habría justamente encima una obertura por donde se precipitaba una soga que ayudaba a subir. En el momento en que detecta peso automáticamente sube, así que meterme en el hueco y sorprenderle estaba descartado.

Pensé que la única manera de poder saber por dónde aparecería era pegar el oído en las vías del tren y rezar en que el fuese dándole toques con los pies. Él no sabe cómo yo donde exactamente está esa entrada, solo puede saberlo así. Así que me agaché, dejando a mi izquierda por donde había llegado.

Por allí circulaban varias vías de metro, pero solo una de ellas permitía activarlo, así que la incertidumbre aumentaría.

En ese súper silencio no se escuchaba absolutamente nada. Agudicé aun si cabe más mi oído y puse toda mi atención para percibir la más mínima vibración. Incluso llegué a cerrar los ojos para evitar todo tipo de distracción y concentrarme aún más.

Conforme pasaba los minutos más me iba desesperando, pero la idea de acabar con eso y poder salir de allí de una vez me animaba a seguir. Eso y el hecho de que esta sería la última vez iba a hacer un trabajo así. Con la vez anterior y esta ya tengo suficiente.

De la nada una leve clin apareció en la vía del tren, muy leve, pero pude percibirlo. Venía por la derecha. Necesitaba que volviera a sonar para asegurarme que no había sido mi imaginación. Allí no había nadie más, solo nosotros, no había ninguna otra forma de que se pudiera hacer ruido allí. Y no se hizo esperar pues volvió a sonar. Debía ser él, seguro. Esperar a uno nuevo ya sería la confirmación al ciento por ciento.

Esperé un buen rato, pero al final un nuevo clin levemente más fuerte sonó. Confirmado, venia por mi derecha. Había cincuenta por ciento de posibilidades de acertar y acerté.

Me incorporé, y muy muy muy despacio comencé a avanzar. Debía llegar justo a esa parte de la curva donde no alcanzaría la luz de su linterna y donde yo podría darle alcance pegando una buena carrera.

Paso a paso tratando de no hacer ni el más mínimo ruido, alcancé el logar optimo y me escondí.

No necesité mucho más para conformar que era él, percibí un leve destello a lo lejos. La mantenía apagada pensando que yo no lo vería, pero estaba bastante equivocado. Debía de tener cuidado pues era muy astuto y ágil, supo aprovechar bien mi descuido con la falda y eso que tenía todas las de perder, pero esta vez no tendrá tanta suerte.

En el máximo silencio, solo poder ver en la oscuridad marcaría la diferencia. Y yo podía ver claramente en la oscuridad, pero en el ángulo que estaba no podía verle hasta que estuviera debajo del punto de subida. Puse bien el oído, pero ni siquiera podía escuchar sus pasos. No quedaba más remedio que volver a pegar el oído en la vía del metro.

No hizo falta esperar mucho para escuchar los clin de su pie con la vía del metro pero debía esperar a un segundo clin para confirmar que se estaba acercando.

El silencio seguía siendo el factor que gobernaba allí y escuchar los clin metálicos era lo único que hacía ver que allí el tiempo estaba pasando. No podía saber bien cuanto tardo en venir el segundo, pero lo hizo. Allí tumbada en el suelo sabía que si me arrastraba por el suelo haría bastante ruido. Estaba más cerca, el más leve ruido le haría correr o detenerse.

Un nuevo clin más elevado que el anterior, estaba más cerca aún. Miré, pero aún no lo podía verlo. Empecé a pensar cual era el mejor momento para ir hacia por él y lo único que se me ocurría era que debía esperar al momento en que la soga callera del techo, estaría lo suficientemente distraído para poder ir hacia él.

La espera se me hacía eterna, estaba tomándose el dichoso sabio saliente mucho tiempo para llegar al punto exacto. No lograba verle y eso me hacía alterarme algo más. Debía estar cerca pero quizás se estaba tomando muchas precauciones. Miré bien las distancias desde donde estaba hasta donde debía llegar y había cerca de veinte metros. Si corría a toda velocidad lograría estar allí en escasos dos segundos de los aproximadamente seis que le tomaría para desaparecer por el agujero del techo. Cuatro segundos para aniquilarlo tendría.

Ya no debía quedarme mucho más, me levanté, tomé posición de salida, fijé la mirada donde debía llegar. Era el momento en poner toda la concentración en el momento en que pusiera los pies en la soga y empezara a ascender. Sería el disparo de salida.

Mi concentración máxima me hacía ver con suma claridad la aparición de la figura del sabio saliente. Iba con la mirada en el suelo, viendo las vías y dando toques con sus pies calzados. Él no sabía seguramente que estaba a escasos tres pasos de donde debía caer la soga. Seguro le caería en la cabeza.

Tres pasos más el clic que hizo en la vía del tren hizo caer la soga, que fue a caerle de lleno sobre la cabeza. El golpe fue tal que se agacho un poco dolorido. Se toco la cabeza, y en la oscuridad empezó a palpar hasta encontrar donde meter los pies. Entonces se levantó, se agarró bien con las dos manos y puso el pie derecho dentro de la apertura de la soga, se aseguró que estaba bien metido y luego puso el pie izquierdo. Empezó a subir.

Corrí, corrí como nunca, y cuando estaba a una distancia prudente, me abalancé sobre ese sabio que prendía a media altura del techo. Debía tirarle al suelo, inmovilizarlo y eliminarlo.

Me agarré a sus piernas y él que se encontraba bien agarrado a la soga con las manos, no tenía manera de defenderse. Me solté de una mano y le golpeé con toda mi fuerza a las piernas, pero no se desestabilizaba, entonces el soltó una mano y empezó a golpearme para que me soltara. En el intercambio de golpes, seguíamos ascendiendo, a este paso nos terminaría llevado por el estrecho hueco, y yo tenía las de perder. Tirarle y ejecutarlo ya no, ejecutarle allí mismo sí.

Seguía golpeando mi espalda, si hubiera sido la niña melindrosa de costumbre al primer golpe me habría tirado de allí, pero contaba con todas mis facultades de erradicadora de sabios, así que empecé a subir más por su cuerpo y agarrarme con más ímpetu. Aunque el trataba de evitarlo con la mano suelta no pudo conseguir que mis pequeñas piernas le rodearan por la cintura. Apenas le podía abarcar, no soy más que una niña de catorce años, pero contaba con la fuerza de un titán. Veía su cara de miedo y su aliento frente a mí, con la poca maniobra que tenía y con el techo ya tocándonos la cabeza y la cuerda que seguía subiendo, no me quedo más remedio que emplear a fondo mi cola. Solo tenía en mi poder una descarga eléctrica así que en toda la confusión palpé una parte de su cuerpo sin protección, y le solté toda la descarga eléctrica que pude. Su grito de dolor reverberó por toda la vía del tren y luego dejé de ver su mirada de miedo, se había desmallado y empezó a soltarse. Me solté yo también y caí de pie la suelo, el calló boca arriba totalmente inconsciente. Miré arriba y la soga ya había desaparecido.

Cuando percibí que únicamente era yo quien respiraba, empecé a caminar hacia la salida. Tenía la certeza y la seguridad de que el sabio ya no iba a moverse más. Le había dejado frito por dentro con la descarga eléctrica. Lo único que quedaba era que SiRi contactara conmigo.

Caminé un rato y al ver que SiRi no conectaba, recordé que tenía que constatar con la cola su fallecimiento. Me di la vuelta.

Cuando llegué a donde estaba el sabio saliente inerte, miré arriba y el hueco de la soga habían desaparecido. Miré al suelo y vi la expresión inerte del sabio saliente. Me agaché a su lado y le cerré los parpados. Entonces con la punta de la cola toqué el pecho del sabio saliente. Estuve así un largo rato hasta que entró la esperada comunicación.

– Enhorabuena Cero, lo has vuelto a lograr. -Fue lo primero que me dijo SiRi.

Despegué la cola del sabio saliente y comencé a caminar dejándole atrás. Estaba decidida a decirla a SiRi en cualquier momento que esa era ya la última vez. No la contesté.

– Parece que todos tus parámetros están correctos. ¿Has tenido muchos problemas para conseguirlo? -Volvió a decir directamente a mi mente. Yo podía contestarla igual, pero quería que las mismas palabras que quería decirla también salieran por mi boca.

– Si, he tenido algunos. -La conteste mentalmente y hablando.

– ¿Qué es lo que ha pasado? -Me preguntó con autentica preocupación.

– Nada, no contaba con la ropa adecuada para lograrlo y fallé cuando más cerca lo tenía y al final he tenido que liquidarlo de mala manera. -La contesté calmada. Estaba preparándome mentalmente para decirle que no iba a hacer más. Debía decírselo abajo o en cuanto saliera es probable que no podría hablar con ella.

– Entiendo. No te preocupes, la próxima ocasión estaremos mejor preparadas. -Se le ocurrió contestarme secamente. -Ah me dice nueve que saludos. No puede entrar a hablar directamente o gastaríamos más rápido la batería.

– Salúdala de mi parte. Y oye, tengo que decirte algo. -La solté.

– ¿De qué se trata? -Me preguntó secamente.

– He decidido sea esta la última vez que haga este trabajo. En cuanto salga de aquí viviré una vida normal. No más matar a más sabios. -Y logré soltar todo lo que tenía en mente.

– Nadie más puede hacerlo, solo tú cuentas con las herramientas adecuadas. No es aceptable tu decisión. -Me contestó fríamente.

Sin dejar de caminar por las vías del Metro, logré llegar al andén. Debía ir a la máquina expendedora de billetes y esperar a SiRi sacara los tres que necesitaba para salir de allí.

– No expenderé los billetes hasta que me digas que has cambiado de idea. Y si me quedo sin batería posiblemente te quedes encerrada ahí para siempre. -Me contestó con aún más frialdad.

– No me importa, -la contesté, -echo tanto de menos a mi Centeno que no tenerlo conmigo es como estar muerta, así que si me quedo aquí será igual a eso. -Entonces caminé hacia donde había dejado la ropa y comencé lentamente a vestirme.

– Eres muy cabezota Cero. Deja de hacer estas cosas y ve a la máquina expendedora. Anda que ya están allí los billetes. -Me contestó ahora si con otro tono de voz. Era verdad que estaban los billetes pues había oído la máquina funcionar.

– Igualmente no saldré de aquí, ya lo he pensado, no quiero estar en un sitio donde no está él. -La dije con la tristeza que estos días estaba corriendo por dentro de mí.

– Venga sal- me dijo, – igual… puede que llegues a verle de nuevo. -Me detuve un poco de vestirme, pero luego seguí como si nada.

– No digas insensateces SiRi, murió hace cuarenta años. Es imposible esté con vida. -La contesté con mucha ira, no la iba a permitir hablar de ese modo de mi Centeno.

– Te ha estado buscando créeme, él sabe que estas con la familia Renentes, sabe dónde te hospedas. Logró que le admitieran y está trabajando allí. Es más, incluso quizás te hayas cruzado con él. -Me dijo SiRi con toda la tranquilidad del mundo. -Si no confías en mí hazlo en nueve, ella ha sido la que ha obtenido su paradero.

– No puede ser SiRi, te digo está muerto, yo le vi morir. No juegues con mis sentimientos. – La contestaba mental y por medio de mi voz. De rabia empecé a llorar y me detuve de terminar de vestirme.

– Te diré algo que seguramente él nunca te ha llegado a decir. -Me contesto SiRi con tono de madre. – Ambos sois la excepción a la regla de la vida común en el nuevo mundo, solo que el sí muere… su cuerpo quiero decir.

En el silencio roto por mi sollozo, SiRi seguía hablándome en mi cabeza. Debía de darme una buena explicación a esa insensatez que me había dicho o cortaría la comunicación.

– No cortes la comunicación, te diré algo que seguramente él nunca te quiso contar. Aunque su cuerpo fallece, su ousía retorna siempre a una cúpula en concreto y habita allí hasta que un nuevo cuerpo donde habitar le atrae y vuelve a la «vida». Usualmente algún niño recién formado en el vientre de su madre que transite por allí.

No podía creer lo que me estaba contando, pero pensé fríamente que desde que el mundo se reformuló, cualquier cosa podría ser verdad. Yo soy una de ellas. Debía creer en lo que me dice SiRi, pero si era cierto…

– Entonces si salgo, voy al hostal y le busco, ¿estará allí esperándome? -Solo logré preguntar.

– Si, pero ten en cuenta que no será en aspecto el Centeno que vivió contigo, tendrá otro.

Terminé de vestirme y comencé a ir donde estaba la máquina expendedora de billetes. Las lágrimas aun rondaban por mis ojos y mis mejillas.

– Me autodestruiré si me estas engañado, créeme lo haré. Puedes jugar conmigo, pero no juegues con eso SiRi. -La dije con mucha contundencia estando a pie de la máquina.

– Si me crees puede que te cuente algo más.

– No te creo, necesito verlo con mis propios ojos. -La iba diciendo mientras recogía los billetes del metro de Opera.

– Entiendo. Como si es verdad, cuando nos volvamos a escuchar dentro de unos cien años, te diré todo lo que sé.

– No habrá próxima vez te lo aseguro. Y en cuanto vea a Centeno le voy a poner los puntos sobre las ies. -La dije con los billetes en la mano.

– No te enfades mucho con él Cero. Por cierto, recuerda que antes de salir de la cúpula recoger la cola o provocarás una rotura en la cúpula y se escapará el aire contaminado. -Me dijo con tono de máquina recepcionista.

– Ya gasté toda la electricidad en aniquilar al sabio saliente. -La dije mientras me metía dos de los billetes por entre los tobillos y el calzado.

– Aun así, por favor, la mínima chispa puede causar problemas. -Me dijo ahora con tono de madre protectora. -Me voy a ir de nuevo a dormir antes de que la batería se acabe del todo.

– Adiós SiRi, hasta nunca. -La dije mental y vocalmente. Y entonces se cortó la comunicación. Miré más adelante y pude observar que estaban cerca las escaleras que daban al exterior. Comencé a caminar en esa dirección centrándome en recoger la cola.

Cuando subí las escaleras, mis ojos se adaptaron a la luz del exterior del interior de la cúpula. Entonces pensé en Centeno y en cómo se sentiría al regresar siempre a un sitio así, vivir en un lugar muerto como ese donde las personas avanzaban como si allí no existiera nada. Recordé que no debía estar mucho tiempo allí o el propio aire contaminado me empezaría a afectar ahora que paulatinamente iría recobrando mi cuerpo de jovencita. Fui avanzando de frente con las manos extendidas buscando el bode de la cúpula.

No hizo mucha falta caminar, aquella cúpula era de las más pequeñas pues estaba cerca del castillo de los sabios. Cuando logré palparla, me di la vuelta y me puse el billete de metro que me quedaba en la nuca, apoyé los talones en la cúpula y cuando empecé a sentir el cosquilleo, apoyé rápidamente la nuca en la cúpula con el billete, entonces hice un poco de fuerza y la resistencia se desvaneció yéndome al suelo de espaldas. Aparecí en medio del tumulto que caminaba en los alrededores del castillo de los sabios.

Una mano de un adulto fue lo que empecé a ver.

– Discúlpame, seguramente andaba distraído y le he empujado. – Me dijo una persona mayor. Era la prueba de que había regresado al Reino.

Tomé la mano y me ayudo a levantarme. En su cara la típica sorpresa de creer que levantas a alguien de poco pero en verdad ser lo contrario.

– ¿Se encuentra bien? -Me preguntó.

– Si, no se preocupe, muchas gracias. -Contesté amablemente. Me atusé un poco y me despedí de la amable persona. Debía ir a la posada donde mi familia se alojaba, y ver si de verdad estaba allí esperándome Centeno.

Aproveché que aún no se había completado la fase de readaptación para caminar lo más rápido que podía, ya que quedaba un largo recorrido desde donde estaba el castillo de los sabios hasta la posada. Quizás unos dos kilómetros o así. Deba ante todo salir de aquel lugar tan revuelto de personas y poner mis pasos en dirección a la vía secundaria que llevaría a la posada. No sabía si SiRi me había engañado, la única manera era llegar allí y… bueno allí ya vería que hacer.

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Puede que no siempre hagamos lo correcto, pero seguro que tampoco estamos totalmente equivocados.
Somos la significancia insignificante en un mundo que es más pequeño de lo que parece y más grande de lo que es.

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